Toda guerra está llena de disparates y contradicciones. Una de las contradicciones más flagrantes de la guerra entre Rusia y Ucrania es que, mientras la Unión Europea impone importantes sanciones económicas con una mano, con la otra sigue comprando gas a los proveedores rusos. Si bien ya se están buscando alternativas para garantizar el suministro, ¿podría ser Rusia la que cerrara el grifo? ¿Cuáles serían las consecuencias si Rusia deja de vender gas a Europa?
Rusia, Europa y la esclavitud del gas
Rusia es el proveedor de un tercio del gas natural que compra la Unión Europea. Por lo tanto, cabría pensar que el suministro de gas es uno más de los ases que se guarda Vladímir Putin en la manga para actuar a placer en este conflicto.
Mientras las alertas se activan de todos los colores en los mercados energéticos y los precios se disparan, el Kremlin sigue asegurando que los flujos de suministro continuarán con normalidad. El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, ha dado palabras a esta contradicción: "Putin nos está quitando el dinero y lo está usando para la agresión. Tenemos que parar".
El problema es que la Unión Europea no puede prescindir del gas ruso de la noche a la mañana. Y por eso se ha jugado la carta de sacar a Rusia del sistema SWIFT... pero no del todo, porque se van a seguir permitiendo los pagos para mantener el suministro del gas y el petróleo.
Pero ahora Rusia podría mover ficha y cortar el suministro del gas a Occidente. Esta amenaza llega en un momento especialmente preocupante, pues las reservas europeas de gas están en mínimos. Esto ha desatado el miedo a subidas aún más drásticas de los precios que podrían afectar a la producción de energía e incluso provocar posibles apagones.
Si bien España no depende tanto del gas ruso como otros países europeos gracias a las importaciones del Magreb, sigue estando expuesta a las subidas de precio del mercado. ¿Pero cuáles serían las consecuencias de un posible corte del suministro del gas natural? Los efectos directos serían subidas aún mayores del precio de la electricidad, de la calefacción y de los productos de empresas que dependen del gas natural. Sin embargo, los países más dependientes de este suministro podrían llegar a sufrir apagones en algunas áreas.
¿Y entonces qué hacemos?
La Unión Europea ya estudia otras alternativas, pero la solución no es tan simple. Se puede importar gas desde Noruega, los Países Bajos o Gran Bretaña, así como Estados Unidos, Australia, Nigeria, Catar o Japón. El problema es que las cantidades que pueden ceder tal vez no sean suficientes. Y esto al margen de que muchos proveedores han reconocido que tienen gran parte de su producción comprometida por contratos a largo plazo.
Una vez más, nos enfrentamos a una situación incierta. Sin duda, nos ha tocado vivir "tiempos interesantes".