"Cuando se juega al juego de tronos sólo se puede ganar o morir. No hay puntos intermedios". George R. R. Martin era un escritor y guionista de televisión desconocido por el gran público cuando publicó en 1996 Juego de tronos, el primer libro de la saga de fantasía Canción de Hielo y Fuego. Hoy, 24 años después y tras una serie de televisión homónima que cautivó los corazones de los espectadores de todo el mundo para luego espachurrarlos miserablemente, la saga sigue inconclusa a falta de (supuestamente) dos libros más y sin perspectivas de futura publicación.
Además, esta semana Gigamesh, la editorial encargada de publicar los libros en español desde 2002, ha anunciado que dejarán de comercializar la saga debido a las exigencias del agente. Pero todos estos contratiempos no nos impiden disfrutar de un viaje literario alucinante y sin precedentes.
Se acerca el invierno
Juego de tronos comienza con la caída de la Casa Targaryen tras la rebelión de Robert Baratheon, que es coronado rey de los Siete Reinos. Durante la inestable paz, Robert, el llamado Usurpador (un hombre cuyas principales aficiones son beber, cazar y engendrar bastardos), le pide a su honorable amigo Eddard Stark que se convierta en la nueva Mano del Rey. Este acepta el cargo a regañadientes y viaja con sus hijas hasta Desembarco del Rey, donde se fraguan todas las intrigas y los tejemanejes del reino.
Al mismo tiempo, la mujer de Ned, Catelyn, se queda en Invernalia con sus hijos, tras el aparatoso "accidente" que sufre uno de ellos. Por otro lado, Jon Nieve, el hijo bastardo de Ned, se marcha al Muro con su tío Benjen para ingresar en la Guardia de la Noche y proteger al mundo del peligro ancestral de los Otros. Mientras tanto, más allá del mar Angosto, los dos últimos Targaryen empiezan a sentar las bases de su venganza.
Pero sobre todos ellos se cierne un invierno que, tras una larga primavera, amenaza con durar años. Además, retazos de una magia inmemorial ya olvidada empiezan a resurgir en los rincones más sombríos.
Las cosas que hacemos por amor
Es difícil condensar en pocas palabras una obra tan inmensa como Juego de tronos (y no solo en el sentido físico). En esas páginas conocemos a cientos (¡y miles!) de personajes inolvidables con un trasfondo fascinante cuyas tramas se entrelazan, muchas veces sin que seamos siquiera conscientes. El estilo cruel y descarnado de George R. R. Martin se cuela entre las páginas dejando la impronta de su pasado como guionista de televisión y cerrando cada capítulo con un cliffhanger de infarto.
Intrigas políticas, romances, traiciones, honor y lealtad se combinan magistralmente con cuentos de viejas, venganzas, ansias de poder, cruentas guerras, héroes épicos, canciones, personajes ridículos, arañas que tejen hilos en las sombras, magia, dragones y muchos cantamañanas. La riqueza de este libro es excepcional, invitándonos a recorrer un camino fascinante donde ni siquiera los protagonistas están a salvo de ser asesinados al pasar la página.
Pero si hay un detalle que caracteriza el estilo narrativo de estos libros son sus puntos de vista (POV, como se los llama por sus siglas en inglés). Cada capítulo está contado a través de los ojos de un personaje, de forma que nunca somos testigos directos de los acontecimientos de Poniente, ya que todo pasa por el filtro del narrador. Y eso es un golpe de efecto extraordinario.
La vida no es una canción
Martin es un tipo afable y cercano, amigo de la risa y amante del buen comer, la historia y el fútbol americano. Antes del furor de la serie de televisión disfrutaba de la compañía de sus lectores y se rodeaba de ellos en eventos lejos de la fama que hoy en día casi se ha convertido en un lastre para él.
Con su novela Juego de tronos consiguió romper todos los cánones de la literatura fantástica. Nunca pretendió que se convirtiera en la novela heredera de El Señor de los Anillos, pero las comparaciones son inevitables. Guardando las distancias con la insuperable obra de J. R. R. Tolkien, Martin nos pinta una versión mucho menos romántica de un mundo fantástico en el que la magia, los Hijos del Bosque y los dragones ya son cosa de recuerdo.
Pero lo que ha pasado con esta saga es casi inaudito. Cuando el canal de televisión estadounidense HBO clavó sus garras en los libros, todo cambio. Juego de tronos se convirtió en un producto comercial que se llevó la magia que empezaba a resurgir en Poniente. Sí, la primera temporada fue magnífica, pero el pelotazo se fue deshinchando hasta que acabó desencantando hasta el propio autor de los libros. Y la cosa fue a peor cuando la trama de la serie alcanzó a la de los libros y David Benioff y D.B. Weiss (los creadores de la serie) tuvieron que inventarse una desaforada continuación con muy poco acierto.
Han pasado ya nueve años desde la publicación de la quinta entrega de la saga. Quién sabe si viviremos para disfrutar de Vientos de invierno y soñar con la primavera. Pero, como nos advirtió Meñique, la vida no es una canción y descubrirlo es doloroso.