Que nos estamos cargando el mundo es un hecho innegable. Por eso es cada vez más importante pensar en términos de sostenibilidad en todos los sectores, incluyendo el mundo de las finanzas. Ahora sostenibilidad y rentabilidad están íntimamente relacionadas gracias a las inversiones sostenibles. ¿Pero qué son las inversiones sostenibles y cómo se relacionan con los OSD de la Agenda 2030?
¿Qué son las inversiones sostenibles?
Las inversiones sostenibles son fondos de inversión temática que se caracterizan por su enfoque sostenible. De esta forma, los inversores pueden invertir en activos que contribuyen a preservar al medioambiente al mismo tiempo que obtienen un beneficio económico.
También se las conoce como inversiones socialmente responsables (ISR) y operan siguiendo los criterios ASG: ambientales, sociales y gobierno corporativo. Estos criterios son una de las megatendencias del momento, que son herramientas de transformación social y económica que sirven para cambiar los hábitos, los mercados y la forma de entender la vida.
Este tipo de inversiones surgen por la urgente necesidad de buscar soluciones a los graves problemas medioambientales que afronta el planeta, poniendo en peligro la vida de los millones de seres vivos que habitan en él. Algunas de las tendencias que abarcan las inversiones sostenibles son la transición energética hacia un modelo productivo y social más ético, la economía circular y la lucha contra el cambio climático.
Estas inversiones están de moda, pero no se trata de una moda pasajera, sino que han llegado para quedarse. No en vano, la inversión temática cotiza al alza y se espera que siga incrementando su relevancia en los próximos años. De hecho, las inversiones sostenibles han resistido bastante bien la inestabilidad de los mercados a raíz de la crisis del coronavirus.
Además, las inversiones sostenibles ofrecen a los inversores la posibilidad de colaborar con los grandes cambios socioeconómicos. Puestos a invertir en algo, mejor invertir en medioambiente.
¿Cómo son las inversiones sostenibles?
Los criterios ASG (o ESG en inglés) implican la ejecución de diversos aspectos ambientales, sociales y de buena gobernanza en la dirección de una empresa y en el desarrollo de cualquier proyecto. Las inversiones sostenibles combinan la aplicación de estos criterios con la búsqueda de la máxima rentabilidad. En función del nivel de compromiso de una empresa con los criterios ASG, encontramos varios tipos de inversión sostenible:
- Inversión de impacto. El propósito de estas inversiones es producir un impacto positivo y cuantificable en la naturaleza y en las personas. Se trata de las inversiones más exigentes en cuanto a los criterios ASG.
- Fondos de inversión temática especializados en criterios ASG. Aquí los inversores exigen que los activos de inversión se ajusten a determinada normativa internacional o que se trate de una empresa representativa en materia de sostenibilidad, entre otras condiciones.
- Fondos de inversión sostenible que solo engloban valores que cumplen mínimamente los criterios ASG. Por ejemplo, este tipo de fondos no invierten en activos relacionados con los combustibles fósiles o la fabricación de armas.
¿Cómo se relacionan las inversiones sostenibles con los ODS de la Agenda 2030?
La pandemia de la COVID-19 ha puesto nuestras vidas patas arriba. Quizá en parte por eso, las personas son más conscientes que nunca del impacto de sus acciones en el entorno. En este sentido, las inversiones sostenibles juegan un papel fundamental en el futuro del planeta y en los propósitos de la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En 2018 la Comisión Europea publicó el plan de acción para financiar el desarrollo sostenible y avanzar hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030. Desde entonces, han surgido diversas normativas para regular las bases que sostienen las llamadas finanzas verdes. En este sentido, las inversiones sostenibles contribuyen a alcanzar los ODS a través de:
- La aplicación de los criterios ASG, que implican rentabilidad sumada a la búsqueda de un desarrollo sostenible y a una mejora reputacional.
- La rentabilidad que obtienen los inversores al apostar por activos socialmente responsables.
- Las nuevas oportunidades de negocio para las empresas que surgen a través de políticas ecológicas.
- La integración de las empresas en un modelo productivo respetuoso con el medioambiente sin renunciar a los beneficios económicos.