Cuenta la tradición que si una marmota ve su sombra el 2 de febrero, el invierno durará seis semanas más. Este método folclórico utilizado por los agricultores de Estados Unidos y Canadá fue la inspiración de Atrapado en el tiempo, la mítica película de 1993 protagonizada por Bill Murray.
El protagonista de esta historia es Phil Connors, un frustrado y cínico meteorólogo de la televisión de Pittsburgh que visita cada 2 de febrero el pintoresco pueblo de Punxsutawney para cubrir el festival del Día de la Marmota. Sin embargo, en el camino de vuelta Phil y su equipo se ven sorprendidos por una tormenta de nieve que los obliga a pasar la noche en el pueblo. Cuando Phil se despierta al día siguiente descubre que, misteriosamente, vuelve a ser el Día de la Marmota. Y el mismo día se repite una y otra vez.
A partir de aquí nuestro protagonista pasa por toda una serie de fases psicológicas, empezando por la incredulidad, la negación y la frustración. En su descenso a los infiernos se intenta suicidar varias veces y cae en la depresión y el hedonismo. Sin embargo, un día comienza a replantearse sus prioridades y su manera de ver la vida.
Harold Ramis, nuestro Cazafantasmas favorito, fue el director y guionista de esta película que, sin duda, ha pasado a formar parte de la cultura popular. Este clásico con toques de comedia y ciencia ficción coquetea con la metafísica en un largo invierno que un buen día llega a su fin.
Nuestro Día de la Marmota particular
Aunque cada 2 de febrero nos acordamos de esta película cuando la oronda marmota Phil intenta predecir la duración del invierno, durante estos días de confinamiento la hemos recordado con cariño y resignación por las analogías con la situación actual. Desde que se declarara el estado de alarma aquel lejano 14 de marzo a causa de la crisis del coronavirus, todos los días parecen igual.
No importa la fecha que sea, cada día se repite una y otra vez. Ya no sabemos si es martes o domingo. Nuestras rutinas diarias son las mismas, las noticias no nos dicen nada nuevo y muchas veces no nos cambiamos ni de ropa. Algunos incluso están empezando a hacer del pijama su segunda piel.
Al igual que Phil Connors en la película Atrapado en el tiempo, nuestras vidas se han quedado congeladas en el tiempo. Y cuando volvamos a salir volveremos a pasear por unas calles que, aunque sean las de siempre, ya no serán las mismas. Nosotros no seremos los mismos. Porque si algo ha cambiado a lo largo de estas semanas han sido nuestras prioridades. Nuestras necesidades no son las que creíamos que eran.
Algunos pronostican que cuando salgamos de todo esto seremos más solidarios y se derrumbará nuestra sociedad de consumo acelerado para crear entre todos algo nuevo y mejor. Quién sabe. Ahora mismo solo nos queda disfrutar de un día tras otro como buenamente podamos. Bien, excursionistas, ¡arriba! Saldremos de esta.