Los últimos meses han sido muy complicados. Durante las primeras semanas de confinamiento España se dividió en dos. Por un lado, estaban los que se dedicaron a arrasar con el papel higiénico, a hacer retos en las redes sociales y a hornean pan casero. Por otro, los que sufrían por algún familiar ingresado en el hospital y los que luchaban contra el coronavirus en la UCI.
Allá por el mes de marzo —tan lejano ahora—, tras la aprobación del estado de alarma y el anuncio de las primeras medidas de aislamiento social, salieron muchas propuestas solidarias. Jóvenes que se ofrecían a hacer la compra de sus vecinos más mayores, humildes empresarios que fabricaron cientos de pantallas faciales con sus impresoras 3D para los sanitarios, gente dispuesta a cuidar de los hijos de otros mientras trabajaban...
"De esta saldremos mejores personas". Y nos lo creímos. Pero, ahora que empezamos a ver a lo lejos la prometida «nueva normalidad», nos hemos dado cuenta de que los que ya eran buenas personas, seguirán siendo buenas personas, mientras que los más mezquinos seguirán aumentando sus deudas con el karma.
Cuando la humanidad gana la batalla al corovirus
Han sido meses duros, sí, pero estos meses también nos han dejado gestos emotivos y situaciones esperanzadoras que nos han hecho esbozar una sonrisa entre tantas lágrimas. Con el tiempo recordaremos la tragedia de esta pandemia, pero también las cosas buenas que nos ha dejado el coronavirus.
Hace unos días, un paciente del Hospital Universitario Fundación Alcorcón contaba una bonita historia. Durante el mes de marzo estuvo ingresado por COVID-19, pero superó la enfermedad tras recibir un tratamiento experimental. "Si funciona, podré ayudar a otros", decía emocionado. Allí recibió el apoyo de sus médicos y enfermeros, que siempre encontraban un hueco en aquellos días horribles para darles a los pacientes una carta anónima o animarles charlando unos minutos.
Un par de meses después volvió al hospital para hacerse una revisión rutinaria en la unidad de neumología. Cuál fue su sorpresa cuando la enfermera que le atendió le dijo con una sonrisa tras la mascarilla: "Yo a ti te conozco". Había sido una de esas enfermeras que tanto le había apoyado durante su estancia en el hospital, lejos de su familia, desmoralizado y preocupado por su mujer enferma. En medio de la vorágine de enfermos, escasez de EPI y mascarillas defectuosas, esa enfermera todavía se acordaba de los pacientes a los que había cuidado incluso más allá de sus deberes sanitarios.
Frente al mar tras dos meses en la UCI por el coronavirus
La labor de nuestros sanitarios ha sido titánica. Ellos han sido los verdaderos héroes de una batalla a la que han ido armados casi con palos y piedras. Y, aun así, todavía demuestran un coraje incansable para sanar no solo el cuerpo de sus pacientes, sino también su espíritu.
La última historia nos llega desde el Hospital del Mar de Barcelona. Los sanitarios de este centro saltaron a las noticias por la medida terapéutica que se les ha ocurrido. Después de 50 días hospitalizado en la UCI por coronavirus, Isidre Correa pudo salir a disfrutar del mar y sol junto a su mujer y su equipo médico. Tras dar negativo en la última PCR, Isidre por fin pasaba a planta. Los sanitarios lo celebraron trasladando su camilla hasta el paseo marítimo, donde pudo sentir la brisa del mar y reconectar con la realidad durante media hora. Las imágenes han dado la vuelta al mundo.
Para los pacientes de COVID-19, que se encuentran solos, asustados y alejados del mundo, estos minutos de libertad pueden significar un punto de inflexión en su lucha contra la enfermedad. Estas salidas al paseo marítimo forman parte del programa de humanización de la unidad de cuidados intensivos del Hospital del Mar, pero tuvieron que interrumpirse durante las semanas más crudas de la pandemia. Entre otras actividades, también se dedican a poner música para los pacientes, instalar elementos de orientación en los boxes sin ventanas o ampliar los horarios de visitas familiares. A veces un poco de humanidad es justo la cura que necesitamos.
Vamos a la playa para curarte el alma
Os recordamos que a partir de la fase 2 ya se permite la apertura de playas para actividades de ocio. Con ciertas restricciones que todos debemos interiorizar, eso sí. Quizá la mejor recompensa que podemos dedicarle a nuestros sanitarios, más allá de los sentidos aplausos, sea cuidarnos mucho, usar mascarilla cada vez que salgamos a la calle y respetar las medidas de seguridad. Al fin y al cabo, esta enfermedad es cosa de todos.