Esta semana ha sido complicada en España. La tensión acumulada de todos los ciudadanos tras dos meses de confinamiento para luchar contra el coronavirus está empezando a exteriorizarse en ramalazos violentos y egocentristas. Nos dijeron que de todo esto saldríamos más solidarios, más comprensivos y tolerantes. Mejores personas. Sin embargo, algubos están mostrando su peor cara en estos momentos tan complicados. Una cara muy similar a la que lucía el personaje de Clint Eastwood en la magnífica película Gran Torino.
El sabor agridulce de la vejez
Walt Kowaslski, un mecánico jubilado y veterano de la guerra de Corea, ha enviudado recientemente. Dejado de lado por una familia egoísta y codiciosa que solo se preocupa por su herencia, dedica sus días a ver la vida pasar desde su porche en compañía de su perra. Su mayor pasión es cuidar de su Gran Torino, un coche clásico de 1972. Es grosero, inflexible y cascarrabias, y está chapado a la antigua. No obstante, su incapacidad para aceptar los cambios que suceden en su entorno sufrirá un duro revés cuando una oleada de inmigrantes asiáticos se instale en su barrio.
Considerada por algunos como la gran obra maestra de Clint Eastwood como director, es cruda, directa y emocional. Esta película deja de lado la corrección política y nos habla sin remilgos de la importancia de las relaciones sociales en un mundo cada vez más digital, la evolución de las personas en todas las etapas de la vida y de lo absurdo de la xenofobia.
De esta manera, la trama penetra en las almas de los personajes y nos enseña sus múltiples facetas, demostrándonos que no todo es blanco o negro. La historia es áspera y dura, y se dirige directamente a nuestro corazón, de forma que llegaremos a idolatrar a un personaje que comienza la partida con el título de huraño, intransigente y racista. Al mismo tiempo que esta película realiza una combinación magistral de drama, comedia, acción y tensión, nos invita a reflexionar acerca del mundo que nos rodea.
Cuando las cosas se tuercen hay que actuar rápido
¿Pero cómo es el mundo que nos rodea? Es extraño, es complicado y es hostil. Estamos empezando a volver a asomar a unas ciudades que se han convertido en un campo de batalla contra un enemigo invisible. Todos estamos cansados, estresados, preocupados, frustrados y asustados. Algunos llevan alejados de sus seres queridos durante muchos días, y la añoranza, la fatiga y el desconsuelo empiezan a aflorar, por mucho que lo queramos ocultar.
En estos días de miedo al vecino y enfrentamientos en las calles es fácil identificarse con el arisco Walt Kowaslski de Gran Torino. El bailoteo de normas que se aprueban cada día, la complicada desescalada y la nueva obligación de llevar mascarillas en los espacios públicos nos hacen sentirnos como peces fuera del agua. Lo mismo le ocurre a Walt que, después de haberse encerrado en su cascarón con la única compañía de su perra Daisy, no sabe comportarse de acuerdo a las costumbres sociales actuales.
¿Pero cómo se supone que tenemos que comportarnos nosotros en un mundo desconocido al que se ha llamado "nueva normalidad" con muy poco acierto? Estamos a merced de los acontecimientos de la vida. Pero, como decía Gandalf, solo nosotros podemos decidir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. Tenemos opciones. Podemos dedicarnos a seguir observando la vida pasar desde nuestro porche mientras gruñimos a nuestros vecinos o podemos actuar cuando las cosas se tuercen para lograr algo bueno.
