Ojalá el coronarivus nunca hubiera llegado. Ojalá nada de esto hubiera ocurrido. "Eso desean quienes viven éstos tiempos. Pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado". Qué bien quedan estas sabias palabras del mago Gandalf en cualquier ocasión. Y es que El Señor de los Anillos es una aventura fantástica épica llena de grandes enseñanzas. Esta semana os invitamos a hacer una maratón con las películas que nos enseñaron que hasta el más insignificante puede cambiar el curso del futuro. Y en versión extendida, a ser posible.
Donde no falta voluntad siempre hay un camino
El Señor de los Anillos es, para muchos, la historia más grande jamás contada. Las películas de Peter Jackson, con sus más y sus menos, consiguieron traer a la vida a los personajes de J. R. R. Tolkien, dotándoles de la magia del mundo del cine. Era difícil crear algo que fuera a gustar a toda esa legión de seguidores que arrastra el humilde profesor británico. Los que crecimos con sus libros sabíamos que la grandeza de sus páginas era imposible de plasmar en una mera película (¡e incluso en tres!), pero fue un loable intento.
La historia de El Señor de los Anillos es un historia de resiliencia, sacrificio y voluntad, pero, sobre todo, es una historia de amor fraternal. Tolkien quiso plasmar en aquellas páginas los horrores de la guerra, pero también la hermandad que puede surgir entre las personas que se enfrentan juntas a un gran mal. Peter Jackson recogió ese testigo y nos abrió las puertas a un mundo extraordinario habitado por hobbits, enanos, elfos, hombres, maiar y otros seres fantásticos.
A estas películas les faltaron muchos detalles, pero la esencia de Arda estaba ahí. Y si algo consiguió llenar nuestros corazones fue la maravillosa banda sonora compuesta por Howard Shore. A través de unas grandiosas melodías que hablaban por sí solas, Shore consiguió hacernos escuchar la Tierra Mierda y cada uno de sus idiomas. Todo un regalo para el oído, sin duda.
¡Corred, insensatos!
Hace ya 19 años que se estrenó La Comunidad del Anillo, pero todos seguimos recordando sus frases más míticas como si fuera ayer. Aunque nos dejaron sin el misterioso Tom Bombadil, nos dimos un bucólico paseo por La Comarca, bailamos con Frodo uno de los bailes más ridículos de la Tierra Media y nos deleitamos con los magníficos paisajes de Rivendel. Nos congelamos intentado subir a la cima del Caradhras, sufrimos con el maldito balrog y experimentamos el desasosiego del reino élfico de Lothlorien. Y ya, a la ribera del río Anduin, se nos partió el corazón. El viaje epopéyico del héroe había comenzado y, de alguna manera, nosotros ya formábamos parte de aquella Comunidad que se resquebrajaba ante nuestras narices.
En Las dos torres, el camino de nuestros héroes se bifurcaba y nos metía de lleno en el reino de los hombres, condenados a morir. En esta película descubrimos un canto ecologista, la importancia de un corazón valiente, el valor del sacrificio más desinteresado y el significado de no rendirse jamás. Esas son las grandes historias, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros, en las que los héroes no se rinden y siguen luchando para el bien reine en el mundo.
La trilogía se cerraba en 2003 con El retorno del Rey, una película llena de altibajos que, sin embargo, consiguió todos los Oscars que sus predecesoras no habían conseguido. De esta forma, se llevó la friolera de 11 premios, colocándola junto a películas tan insignes como Titanic o Ben-Hur. A pesar de todo, fue un viaje fascinante coronado por un final agridulce simplemente perfecto. Los buenos ganan, sí, pero a un alto precio. No hay acción sin consecuencias. Había llegado momento de retomar el hilo de nuestras vidas, aun cuando entendimos que a veces no hay retorno posible y que hay heridas tan profundas que el tiempo no puede enmendar.
¡Coraje, despierta!
Estos días se ha vuelto a hablar mucho de El Señor de los Anillos a causa de la iniciativa benéfica del reencuentro de los actores que organizó Josh Gad el pasado domingo. One Zoom to Rule them All se lanzó como una propuesta para donar fondos para ayudar a los niños afectados por la COVID-19 y también para difundir un poco de positividad en la comunidad.
Sin embargo, al comienzo de la pandemia, empezó a circular en las redes sociales un texto que ha estado presente en nuestros corazones durante todo el confinamiento. De esta forma, Cristóbal Bellolio nos invitaba a ser como Aragorn y dar un tiempo precioso a nuestros "Frodos":
Ahora que ya empezamos a ver la luz al final del túnel, no es el momento de relajarnos. Tenemos que seguir mantenido las medidas de seguridad para evitar la propagación del coronavirus y darles un respiro a nuestros Frodos. Pero también es importante no volver a caer en los errores del pasado y regresar a un mundo en el que las cicatrices nos han enseñado mucho. Por nuestros Frodos. Y por los que ya no están.