"Fantasmas, pesadillas, y brujas ¿dónde están? No encuentro lo que busco, solo hay felicidad". Hace casi 30 años Tim Burton nos dejó maravillados con una obra maestra que se convirtió en una de las películas de referencia de la mágica técnica del stop motion: Pesadilla antes de Navidad. Y como después de tanto tiempo todavía no nos hemos puesto de acuerdo sobre el día ideal para verla (Halloween o Navidad), vamos a aprovechar esta época intermedia para recordarla.
Pesadilla antes de Navidad o la magia del cine
Jack Skellington es el ídolo por excelencia de la Ciudad de Halloween. Sin embargo, a pesar de ser amado y respetado por sus vecinos, está deprimido y muy aburrido de la rutina de celebrar año tras año entre sustos y terror la fiesta de Halloween.
Un día, mientras se lamenta en el bosque, descubre por accidente la Navidad. Fascinado por la alegría, las luces y los colores, decide mejorarla. Pero su alegre (y aparentemente) inocente misión es totalmente contraria al espíritu navideño. Su interpretación macabra de las fiestas pondrá a Papá Noel en peligro y creará una pesadilla para todos los niños del mundo.
La idea original de esta película se le ocurrió un día a Tim Burton mientras aún trabajaba como animador para Disney. Y germinó el día que vio cómo cambiaban la mercancía de Halloween por la de Navidad en el escaparate de una tienda. Así nació Jack Skellington, un afable esqueleto, el Rey del Mal que (irónicamente) pretende esparcir la alegría navideña, pero, en su lugar, casi destruye la Navidad sin querer.
Pesadilla antes de Navidad cuenta con personajes entrañables que forman parte de la cultura pop, así como montones de diálogos ingeniosos, una historia interesante y unas inolvidables canciones compuestas por Danny Elfman (que nos deleitaría años después con la magnífica banda sonora de Big Fish, entre otras muchas grandes obras). Pero lo que sin duda convierte esta película en una joya del cine de animación es la técnica del stop motion.
Cada uno de sus planos es una delicia, una obra de arte en movimiento. Resulta extraño pensar que contó con un presupuesto de menos de 18 millones de dólares. Utilizando 230 escenarios y más de 200 figuras, cada semana los 14 animadores encargados del proyecto conseguían rodar una media de 70 segundos de película a la semana. Tardaron tres años en terminarla. Así es como se hace una obra maestra.
¿Dónde nos lleva el carrusel?
Pesadilla antes de Navidad es un precioso cuento gótico que se sitúa entre lo siniestro y lo navideño. Al igual que la serie y la película de Cristal Oscuro, un halo de misticismo atemporal envuelve la cinta, devolviéndonos uno de los productos más transgresores de Disney.
La profundidad psicológica que se despliega no tan sutilmente a lo largo de la trama le otorga un poder fascinante que, mezclada con su alegría, la trama emocional y el trasfondo macabro, la ha convertido en una película de culto. No por nada es una de las películas que más merchandising ha parido (y sigue pariendo) a lo largo de los años.
Tim Burton empezaría a asentar aquí las bases que caracterizan su filmografía. De esta forma, nos presenta un relato alegre, inspirador, romántico, creativo y mágico, pero también macabro, retorcido y oscuro. Y, como en muchas de sus obras, nos sumerge en un mundo tan seductor como tenebroso que atrae a niños de todas las edades. Incluso a esos que ya calzan 25 añitos en cada pierna.
Además, su riqueza es tan fantástica que tiene varias lecturas que vamos descubriendo con el paso del tiempo. Si la vimos de pequeños, mirábamos con tiernos ojitos el secuestro de Santa Claus y nos horrorizábamos pensando que los Reyes Magos podrían dejarnos una cabeza decapitada debajo del árbol. Ya de adolescentes supimos captar con una mayor intensidad el drama y el romance.
Pero de mayores es cuando por fin nos identificamos con Jack y esa crisis existencial de la mediana edad que nos lleva a hacer locuras y a intentar cambiar el orden natural de las cosas. Porque ese vacío en el interior lo hemos sentido todos alguna vez. Por fortuna, casi todos acabamos haciendo caso a nuestra Sally interior.