¿En qué piensas cuando te imaginas el futuro próximo? ¿Coches voladores? ¿Exoesqueletos humanos? ¿Chips para almacenar almas? La escritora canadiense Margaret Atwood hizo este ejercicio en 1985 en el libro El cuento de la criada, y sus conclusiones fueron aterradoras. La novela se convirtió en película en 1990, pero no fue hasta 2017 cuando la historia llegó al gran público a través de la serie. ¿Pero qué nos cuenta este cuento que tanto nos remueve por dentro?
Bendito sea el fruto
La serie de televisión El cuento de la criada nos habla de un cercano futuro distópico. En este mundo, incómodamente parecido al nuestro, los niños son cada vez más escasos. Las tasas de fertilidad han descendido bruscamente a causa de las enfermedades de transmisión sexual, la contaminación y el cambio climático. Sin embargo, un grupo de radicales no está dispuesto a dejar que la raza humana se extinga. Tras una guerra civil, se hace con el poder y funda la República de Gilead en Estados Unidos, que impone una dictadura teócrata donde las mujeres viven con el único fin de procrear.
En este futuro distópico y aparentemente puritano, la sociedad está perfectamente jerarquizada por colores y cada persona tiene un papel asignado. Tías, esposas, criadas, Martas y comandantes. El resto de los hombres trabaja para la sociedad. Las mujeres que no pueden procrear o las disidentes son enviadas a trabajar como esclavas en los terrenos contaminados por la radiación. A cada comandante sin descendencia (que siempre es culpa de la mujer) se le asigna una criada para que pueda violarla sistemáticamente hasta que se quede embarazada. Cuando la criada da a luz, le quitan a su hijo y es trasladada a la casa de otro comandante para seguir perpetuando la raza humana.
Así, las mujeres son privadas de derechos humanos y libertades. También se les arrebata la autonomía, cualquier tipo de actividad intelectual, la capacidad de leer (en Gilead solo pueden saber leer y escribir los hombres) y hasta su propio nombre. Cada criada pasa a tomar el hombre de su comandante con un posesivo, como un recordatorio constante de su identificación como ganado reproductor. De esta forma, la protagonista (una implacable Elisabeth Moss) es llamada Defred (Offred en el original), por su comandante, Fred Waterford.
La violencia y el terror forman parte de la vida cotidiana en Gilead, todo ello camuflado bajo un manto de falsa pureza y beatificación. Un paso en falso y estás muerto. O vivo y mutilado. Un lujo que Defred no se puede permitir, pues su hija también está en Gilead y lo único que la mantiene viva es la esperanza de sacarla de allí. Y estará dispuesta a todo para conseguirlo. Como ella misma dice: "Nunca deberían habernos dado uniformes si no querían que fuéramos un ejército".
Con su mirada
El cuento de la criada nos narra una historia que remueve por dentro por su cercanía y el incómodo sentimiento de que, tal vez, algo similar se esté fraguando ya entre las sombras. Es evidente que en los últimos años las tasas de fecundidad están descendiendo a ritmos alarmantes, especialmente en los países más desarrollados económicamente. Los motivos son varios: sociales, económicos, políticos, culturales. ¿Podría estar esperándonos una Gilead a la vuelta de la esquina?
La primera temporada de la serie, que adapta el primer libro de Atwood, es, sencillamente, magistral. De principio a fin, incluso con ese final abierto y perfecto. En cada capítulo, June nos va contando cómo funciona Gilead y por qué la gente obedece unas normas tan brutales. Su voz nos arrulla con su tono suave, un tono que esconde pura ira, rabia y un resentimiento que promete desatar una tempestad en el momento en el que se libere.
En pocas palabras, podríamos decir que se trata de una de las ficciones más perturbadoras que hemos visto precisamente a causa de su realismo intrínseco. Durante el confinamiento de las peores épocas de la pandemia del coronavirus, no fueron pocos los que se acordaron de Gilead. Las causas era muy distintas, obviamente. Pero muchos se sintieron como Defred y Deglen, viéndose a escondidas entre las latas de conserva del supermercado y soñando con tiempos mejores.
El cuento de la criada no es una serie cómoda de ver. Pero es una serie necesaria de ver. Porque nos cuenta un cuento que, aunque no queramos escucharlo, puede que forme parte de nuestro futuro no tan lejano. Nolite te bastardes carborundorum, perras.