Si este año hubiera sido como cualquier otro, la olimpiada estaría a puntito de terminar y ahora estaríamos calentado motores para los Juegos Olímpicos. Pero este año no ha sido como cualquier otro. Este año estamos luchando contra la pandemia del coronavirus y todo lo que creíamos seguro hasta ahora ha quedado congelado en el tiempo. Y mientras el mundo todavía contiene la respiración esperando a ver si se pueden celebrar los Juegos Olímpicos de Japón el año viene, vamos a recordar la historia de Éric Moussambani, el nadador que estuvo a punto de ahogarse en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. ¿Quién fue este señor y por qué pasó a los anales de la historia olímpica?
El nadador que no sabía nadar
Todos los seguidores de los Juegos Olímpicos recordamos con especial cariño aquella carrera de 100 metros estilo libre de Sídney 2000. Nacido el 31 de mayo de 1978, Éric Moussambani era en aquellos tiempos un ingeniero informático de profesión y, además, un nadador de Guinea Ecuatorial. Fue invitado a los Juegos sin alcanzar los tiempos mínimos, junto a otros dos nadadores, a través de un programa especial del COI por pertenecer a un país en vías de desarrollo.
Éric es muy aficionado a los deportes, y por entonces soñaba con participar en una prueba de atletismo en unos Juegos Olímpicos. Sin embargo, el equipo de su país ya estaba completo y, a cambio, la Federación le ofreció una plaza en la competición de natación. Y pensó: "¿Y por qué no"?. Hizo las maletas y se plantó en Sídney cargado de ilusión y espíritu olímpico.
¿Pero qué ocurrió aquel día que lanzó a Moussambani a la fama y directamente a nuestros corazones? Pues que casi se ahogó nadando. Lo curioso del asunto es que sus dos compañeros de serie, Farkhod Oripov (Tayikistán) y Karim Bare (Nigeria), fueron descalificados por salida falsa, tal vez intencionadamente.
Éric terminó la prueba de los 100 metros libres en en 1:52.72, casi el doble que el ganador, el holandés Pieter van der Hoogeband. La marca quedó incluso queda por encima del récord de los 200 metros.
La cara de circunstancias del nadador y su carrera contra sí mismo convirtió a esta prueba en una de las más difíciles de ver de la historia del olimpismo. Aunque comenzó con muchas ganas, pronto pudo apreciarse que sus movimientos eran un poco extraños. Pero lo peor estaba aún por llegar.
En los últimos 50 metros demostró un estilo de natación poco ortodoxo y casi empezó a chapotear. A las 18.000 personas que asistían como público les costó un poco asimilar lo que estaba pasando. "Los últimos quince metros han sido muy difíciles", declaró después. Quién sabe si se refería a él o a los espectadores, que terminaron aplaudiéndole en pie, emocionados por su resiliencia, su determinación y su tenacidad.
Lo que nadie se podía esperar fue la repercusión mundial de su acto. Todo el mundo quería hacerse fotos con él, e incluso cuentan que el atleta estadounidense Maurice Greene quiso ir a tomarse unas copas con él.
and if you don't know who Eric Moussambani is - just YouTube him and prepare to shed a tear over his willpower...👀 pic.twitter.com/2wzrctcTw7
— ollie (@olic19) April 23, 2015
Éric la anguila
Todo esto tiene una explicación sencilla. Y es que, antes de llegar a Sídney, Éric nunca había visto una piscina olímpica de 50 metros. Debido a la falta de infraestructuras deportivas en su país, había estado entrenando en una piscina de 22 metros de un hotel, y solo durante ocho meses. De hecho, la piscina olímpica le pareció tan gigantesca que pensó que era de 100 metros y que bastaba con nadar el trayecto de ida.
Fue el entrenador de Sudáfrica quien le enseñó la técnica del viraje desinteresadamente. La misma persona que le regaló el bañador azul con el que compitió.
Pero Éric Moussambani es ante todo un deportista, y los deportistas no se rinden nunca. Por eso este no fue el final de su carrera deportiva. El nadador siguió entrenando con el objetivo de Atenas 2004 en mente. Incluso llegó a bajar su marca por debajo de los 60 segundos. El problema es que no tramitó su visado a tiempo y no pudo participar. Lo volvió a intentar en Pekín en 2008, pero su momento había pasado y no consiguió clasificarse.
Sin embargo, gracias su espíritu olímpico, su motivación y su valentía, en marzo de 2012 fue nombrado entrenador del equipo nacional de natación de Guinea Ecuatorial. Hoy en día es un embajador del deporte en su país y es considerado un modelo a seguir en África, donde multitud de jóvenes se entrenan en ríos para seguir su estela. Ahora, conocido como Éric la anguila, compagina su trabajo como ingeniero informático con la creación de una selección de waterpolo. Además, su propósito es ser miembro de la Federación Internacional de Natación (FINA) para seguir expandiendo el amor por los deportes de agua en el continente africano.
Su intento de ahogo le catapultó a la fama, convirtiéndose en un héroe internacional que llegó a ser una fantástica fuente de inspiración para todos. Es más, 20 años más tarde todavía le recordamos más que a algunos nadadores que consiguieron colgarse del cuello la medalla de oro.
Desde luego, Éric nos dejó claro que el triunfo de un deportista olímpico no significa necesariamente lograr un metal o pulverizar un récord, sino simplemente cumplir un sueño. Ese tipo de sueños que solo puede concedernos el deporte.