Las consecuencias de la crisis provocada por los efectos del coronavirus apenas han empezado a arañar los mercados financieros de todo el mundo. Mientras casi 3.000 millones de personas permanecen confinadas en sus casas, los economistas prevén un futuro incierto y desalentador. El vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, ha declarado en una reciente entrevista en la Cadena Cope que se acerca una "recesión profundísima" con efectos que dependerán de la duración de las medidas de confinamiento.
Tras la declaración del estado de alarma del pasado 14 de marzo, muchas empresas se han visto obligadas a echar el cierre y anunciar ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo). Ante esta situación en la que los negocios han dejado de facturar y el sistema económico ha echado el freno, Luis de Guindos impone como objetivo intentar mantener "el tejido productivo vivo" para que la economía pueda reflotar más adelante.
Para el vicepresidente del BCE, sin ingresos es necesario minimizar los costes. "Lo importante es que empresas que eran perfectamente rentables, una vez pase esta crisis, vuelvan a serlo y sobrevivan". Y tenemos que conseguirlo tanto en España como en resto de Europa procurando destruir el menor tejido empresarial posible.
¿Pero qué opina Luis de Guindos de los famosos coronabonos y la emisión de deuda europea solidaria? El vicepresidente de BCE se muestra a favor de los coronabonos, una medida a la que se han opuesto fervientemente los dirigentes de Alemania y los Países Bajos. En su opinión, se trata de un sistema adecuado para ayudar a combatir los efectos de la crisis si el confinamiento dura dos meses. Sin embargo, si las medidas de aislamiento social duran tres meses, las consecuencias serán aún más graves, ya que la OCDE estima que cada mes de confinamiento el producto interior bruto (PIB) cae dos puntos.
¿El PIB en caída libre?
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) teme que el PIB reste tres puntos por cada mes de suspensión de las actividades económicas no esenciales en los países europeos. Según el economista y técnico del FMI Poul Thomsen, estas empresas representan un tercio de la producción nacional. Esto se traduciría en una caída de tres puntos porcentuales del PIB anual, pero a esa cifra habría que sumarle los daños colaterales que está sufriendo la economía como consecuencia del cierre, ya sea temporal o definitivo.
De esta forma, Thomsen se muestra de acuerdo con las peores previsiones del vicepresidente del BCE, augurando una profunda recesión como "conclusión inevitable". Los sistemas de bienestar y modelos sociales europeos proveerán la ayuda necesaria a las empresas y a los hogares, pero esto conlleva riegos, ya que estos mecanismos no están preparados para dar una respuesta de tal magnitud como la que se requiere en esta situación.
El técnico del FMI considera que el papel del BCE es mejorar la liquidez del sistema financiero y bancario y cree que la respuesta adecuada comienza por utilizar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para respaldar a los países con una "elevada deuda pública" para que puedan reaccionar de manera acorde a los acontecimientos. Para Thomsen, "todos los países de Europa necesitarán responder de forma agresiva a esta crisis, de una forma que sea valiente y proporcional a su escala. Si alguna vez ha habido un momento para usar los colchones y el espacio fiscal disponible, seguramente sea este".
Una crisis en plena mutación
Cuando el COVID-19 empezó a ocupar los informativos españoles se estimaba que algunos sectores concretos sufrirían una recesión rápida y limitada, especialmente el turismo o el comercio minorista. Sin embargo, a medida que se alargan y endurecen las medidas de confinamiento, los expertos temen que el mercado laboral se paralice y se destruyan puestos de trabajo.
Así, al principio se hablaba de pequeños baches económicos, que no tardaron en convertirse en un desplome con recuperación rápida, dibujando gráficas en forma de letra V. La línea rápidamente adquirió forma de U, y ahora los técnicos prevén que las consecuencias se alargarán en el tiempo, dejando una gráfica con un agorero perfil en forma de L.
Los economistas aseguran que la respuesta ideal es que se mantenga el consumo en su nivel habitual, pero esta solución parece cada vez más irreal a medida que aumentan los ERTE y los españoles empiezan a preocuparse más por pagar sus gastos sin recibir ingresos. De hecho, los analistas empiezan a pronosticar caídas del PIB hasta del 10%, y eso si las medidas de confinamiento no se extienden más allá de los tres meses.
¿Pero será la recuperación económica igual de rápida? Eso depende en gran parte de los ciudadanos. Si tras el periodo de confinamiento los españoles realizan sus inversiones aplazadas, asaltan las terrazas de los bares y mantienen altos los niveles de consumo en los dos meses inmediatamente posteriores, la economía podría reactivarse más rápidamente, incrementándose la contratación laboral. Sin embargo, este parece un escenario difícil de alcanzar ahora mismo. Después de todo, nadie espera una "vuelta a la normalidad" tan radical como el cambio de vida que nos ha traído el dichoso coronavirus.
Las escandalosas cifras del paro
A pesar de todos los parches que está intentado poner el Gobierno de España y, más tímidamente, la Unión Europea, las cifras del paro se han disparado. Este mes se han destruido casi 834.000 puestos de trabajo, según el Ministerio de Trabajo. De hecho, el paro ha aumentado en 302.265 personas, convirtiendo a marzo de 2020 en el peor mes de la historia en cuanto a desempleo.
Este indeseable récord lo ostentaba hasta ahora enero de 2009, con casi 199.000 personas. Esto es especialmente sangrante cuando se ha producido en un mes característico por reducir el nivel de desempleo, ya que se generan puestos de trabajo de cara a la Semana Santa y a la temporada estival. Los más afectados por la destrucción de empleo son los sectores de la hostelería y la construcción, así como los trabajadores con contratos temporales.
Por lo tanto, la cifra total de desempleados en España se queda en casi 3.550.000 personas. Sin embargo, en este número no quedan reflejados los valores de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) que muchas empresas han anunciado durante las últimas tres semanas. Hasta el momento se contabilizan 620.000 personas procedentes de estos expedientes, pero Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, insiste en que los ERTE no engrosan las listas de desempleo, sino que sirven para evitar la destrucción de empleo.
Asimismo, otro de los temidos efectos de la crisis del coronavirus es que, una vez superada, se ejecuten alrededor de 1,3 millones de despidos. Además, se estima que esta situación también podría llegar a impedir la salida al mercado laboral de casi 1,7 millones de puestos de trabajo.
Los colectivos más afectados por estas consecuencias serían los parados de larga duración sin prestaciones, los trabajadores más mayores y los nuevos candidatos, que intentarían entrar a un mercado laboral muy debilitado e incierto. ¿Cuándo veremos la luz al final del túnel en el que nos ha metido el dichoso virus?