La Tierra se muere. Nosotros la estamos matando. El ritmo de destrucción está cogiendo una velocidad vertiginosa. Según el Índice de Vida Salvaje de WWF (World Wildlife Fund), en menos de medio siglo, la Tierra ha perdido dos tercios de su fauna salvaje. En otras palabras: hemos causado la pérdida de un 68% de los animales. Al margen de ser una tragedia y un desastre medioambiental, esto tiene unas implicaciones catastróficas para la vida.
El declive catastrófico de la biodiversidad
El Informe Planeta Vivo publicado por WWF ha analizado miles de especies de vida silvestre en hábitats de todo el mundo, incluyendo 20.811 poblaciones de mamíferos, reptiles, peces, aves y anfibios desde 1970 hasta 2016. La conclusión es catastrófica. En menos de 50 años hemos perdido dos tercios de la fauna salvaje del planeta.
La causa directa hay que buscarla, cómo no, en la acción del hombre. La destrucción de los hábitats naturales está haciendo que los animales pierdan sus territorios. Pero hay más. El tráfico de especies, la deforestación, la contaminación, la invasión de especies exóticas y la agricultura intensiva se unen al aumento exponencial del comercio y del consumo animal. Esta devastación de bosques, montañas, ríos y mares tiene una consecuencia directa en términos globales y a nivel de salud.
Según WWF, "detrás de esta dramática cifra están las mismas causas que generan la aparición de enfermedades de origen animal, como la COVID-19". Está demostrado que el origen de enfermedades como la causada por el coronavirus está vinculado a la destrucción de la naturaleza y los ecosistemas. Como ya explicamos en AZLO, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, cada cuatro meses surge una nueva enfermedad infecciosa, procediendo el 75% de ellas de animales. Según WWF, "proteger nuestra riqueza natural se convierte en el mejor antivirus para evitar futuras pandemias".
"Estamos destruyendo nuestro mundo, el único lugar al que llamamos hogar, arriesgando nuestra salud, seguridad y supervivencia aquí en la Tierra. Ahora la naturaleza nos envía un SOS desesperado y el tiempo se acaba", asegura Tanya Steele, directora ejecutiva de WWF.
La naturaleza se rompe
Según el informe, la biodiversidad disminuye a ritmos distintos en cada lugar. La peor parte se la están llevando las especies tropicales. Los hábitats de Latinoamérica y especialmente del Caribe están siendo las más afectadas por la destrucción de la vida salvaje. Aquí el descenso ha sido de un aterrador 94%. La urbanización para construir hoteles en playas y espacios vírgenes, así como la deforestación de las selvas para crear zonas de cultivo intensivo son algunas de las principales causas.
Pero las cifras son también alarmantes en lo que se refiere a las especies marinas de agua dulce. El 84% de ellas han desaparecido o están en proceso de extinción.
También las plantas sufren bajo la explotación de la naturaleza por parte de los seres humanos. El dramático descenso de las poblaciones de plantas es comparable al riesgo de extinción de los mamíferos y más alto que el de las aves, y está unido al descenso de de las poblaciones de insectos, su distribución y biomasa.
"Durante las últimas décadas, la actividad humana ha dañado gravemente los hábitats y los recursos naturales de los cuales dependen la vida silvestre y la humanidad, como los océanos, los bosques, los arrecifes de coral, los humedales o los manglares", señala WWF. "La conclusión es clara: la naturaleza está siendo transformada y destruida a una velocidad sin precedentes en la historia, con un coste muy alto para el bienestar del planeta y de la humanidad. La pérdida de biodiversidad es un auténtico reto para la economía, el desarrollo y la seguridad global", asegura Enrique Segovia, director de conservación de WWF España.
¿Qué podemos hacer por la fauna salvaje?
Los humanos somos la causa del daño tal vez irreparable que hemos causado al medioambiente, y por nosotros pasa la posible solución, aunque tal vez ya sea demasiado tarde para actuar. Por eso, WWF solicita que los gobiernos de todo el mundo tomen conciencia social a nivel global y se coordinen para intentar revertir la situación y los efectos del cambio climático. "Nuestra supervivencia depende de ello", nos advierten.
Desde esta organización sin ánimo de lucro se pide una vuelta al consumo sostenible, sobre todo en lo relacionado con la alimentación. Y sus soluciones no son ninguna locura: dietas saludables a base de productos de temporada y cultivos de cercanía. Algo que, sin duda, nuestra salud también agradecería.
También es necesario cambiar ya mismo los patrones de producción y modificar las prácticas agrícolas y pesqueras insostenibles por otras que produzcan los alimentos necesarios y que, a la vez, conserven la biodiversidad. En lo que se refiere a la agricultura, es necesario "aplicar prácticas agroecológicas, reducir el uso de químicos, fertilizantes y plaguicidas, así como proteger los suelos y los polinizadores".
La biodiversidad y la salud de la naturaleza es clave para la seguridad alimentaria y la riqueza humana. Para ello, la conservación es fundamental, pero no suficiente, ya que es imprescindible transformar los patrones de producción y consumo de alimentos.
Ya que lo de doblegar la curva del coronavirus no nos ha salido demasiado bien, intentemos revertir la curva de pérdida de la biodiversidad. Nos jugamos la vida en el intento.