Los más románticos dicen que el amor mueve el mundo. Pero, en realidad, lo que mueve el mundo es el dinero. Y de las riendas del dinero van tirando los lobbies. De hecho, hay quien asegura que los lobbies son los verdaderos líderes mundiales.
Lobbies: Concepto y características de los grupos de presión
El presidente el Gobierno es quien manda en España. ¿O no? Pues en realidad no, porque su poder está vinculado a sus socios y a los lobbies.
Los lobbies o grupos de presión son colectivos con intereses comunes que realizan determinadas acciones para influir en los Gobiernos y así promover decisiones favorables para ellos. Estos colectivos suelen estar formados por empresas, asociaciones u ONG.
Por lo tanto, los profesionales del lobby se dedican a presionar a los Gobiernos para que promulguen normas a su favor o, al contrario, que eviten la aprobación de leyes que puedan perjudicar sus intereses. Sus agentes saben a qué puertas llamar, con quién hablar y qué momentos son los mejores para intervenir. Es más, estas prácticas también pueden suponer donaciones clandestinas a los partidos políticos y la realización de toda clase de favores.
Hay numerosos sectores que tienen presencia en los grupos de presión. Algunos de ellos son la energía, la alimentación, el juego, la tecnología o la banca, entre otros. Además, la semana pasada se puso el foco en el lobby armamentístico tras el tiroteo en el colegio de Uvalde (Texas).
En España las donaciones anónimas a los partidos políticos se prohibieron en 2007. No obstante, aunque las maniobras políticas de los lobbies pueden permanecer ocultas, cualquiera puede intuir quién está de ciertos movimientos y cuál es su influencia.
¿Son ilegales?
No, los lobbies no son ilegales, al menos no como tales. De hecho, 2008, la Comisión Europea abrió un registro voluntario para las organizaciones que hacen lobby. A finales de 2019 ya había casi 12.000 grupos de presión inscritos en la lista.
Su tarea consiste en influir en los procesos de elaboración de políticas, algo que no es malo de por sí. La propia Comisión clasifica estos grupos en tres grandes apartados: las consultoras profesionales y despachos de abogados, los lobbistas de empresas y asociaciones comerciales y los think tanks (o fábricas de ideas) y ONG.
La idea es que puedan influir en las decisiones políticas y mejorarlas aportando una perspectiva realista y actuando con transparencia. ¿La realidad? Que al final lo que ejercen la mayoría de las veces es un poder en la sombra. Si los lobbies se dedican a chantajear, sobornar o extorsionar a los funcionarios públicos es cuando surge el problema. Y, por desgracia, esto es bastante habitual.