La pandemia del coronavirus puso patas arriba nuestras vidas de la noche a la mañana. Las empresas apenas tuvieron unos días para adaptarse a esta nueva realidad, enviando a sus trabajadores a sus casas con un ordenador y buenos deseos. ¿Pero llegó esta nueva modalidad de trabajo para quedarse? ¿Cómo ha cambiado el teletrabajo en España dos años después de la pandemia del coronavirus?
Una implantación acelerada
La COVID-19 nos obligó a refugiarnos en nuestras casas durante semanas, allá por los albores de la pandemia. Aunque el teletrabajo era una modalidad de empleo que estaba empezando a implantarse tímidamente en España, el coronavirus aceleró el proceso.
Así, de un día para otro, la mayoría de las empresas se vieron obligadas a mandar a sus trabajadores a sus casas y a construir una infraestructura que en muchos casos estaba en pañales o ni siquiera existía. Los primeros días todo fue un poco caótico, pero al final terminó funcionando bien y, en muchos casos, incluso mejor que en la oficina.
Para algunos analistas, esta circunstancia iba a cambiar el mercado de trabajo para siempre, dando la oportunidad a los trabajadores de desarrollar su actividad laboral desde sus casas, con las ventajas (y las desventajas) que ello supone. Algunos incluso protagonizaron un éxodo del revés, mudándose de la cuidad al campo en busca de una vida más tranquila y alquileres más bajos.
En el peor momento de la pandemia, el 20% de los trabajadores (unos 3,56 millones de personas) teletrabajaron en España. ¿Pero qué ha pasado con el teletrabajo dos años después de su imposición masiva e improvisada?
¿Qué ha pasado con el teletrabajo tras la pandemia del coronavirus?
Dos años después, el teletrabajo parece haber llegado para quedarse, pero con algunas particularidades. En primer lugar, solo se aplica en algunos sectores y compañías, y casi siempre combinado con un régimen de presencialidad.
Del 20% de 2020 hemos pasado a un 13,57%, lo que implica que unos 1,75 millones de empleados teletrabajan. Si bien es cierto que la cifra ha bajado, se encuentra muy por encima del 8,2% de personas que teletrabaja en 2019.
¿Pero a qué se debe este retroceso? Hay varios motivos. Para empezar, a pesar de que aproximadamente el 35% de las personas podrían teletrabajar, muchas prefieren no hacerlo por la falta de contacto social con los compañeros, por problemas para adaptar su hogar y por dificultades para la desconexión laboral.
Asimismo, la gran mayoría de las empresas se resiste al cambio debido a la alta tradición de presencialidad que impera en la cultura española. Además, algunas compañías aseguran que no disponen de medios tecnológicos, y la ley del teletrabajo tampoco les pone las cosas fáciles.
El futuro del teletrabajo
El futuro del trabajo en remoto en España todavía es incierto. Aunque era un cambio al que se dirigiría poco a poco el entorno laboral, no tuvimos tiempo de desarrollar una cultura empresarial que potenciara el cambio. Es más, muchas empresas ven el teletrabajo como una ventaja más que ofrecen a sus empleados y no como un ahorro de costes, así que rechazan pagar por ello (tal y como ordena la ley del teletrabajo).
Sin embargo, el teletrabajo poco a poco se ha convertido en un requisito para atraer talento a las empresas. Así lo indica el estudio Reclutar, retener y crecer realizado por Poly. Según sus conclusiones, el 56% de las organizaciones sabe que si no adapta sistemas de trabajo híbrido comenzará a perder personal y no podrá atraer nuevos trabajadores potenciales.
Además, el mencionado estudio también afirma que el teletrabajo tiene un impacto muy positivo en la productividad. De hecho, el 74% de las empresas españolas han experimentado un incremento medio de la productividad del 28,5%.
Aun así, el futuro está borroso. Más de la mitad de las empresas cree que el trabajo híbrido es algo temporal y el 19% ya ha exigido a sus empleados que vuelven a las oficinas de manera totalmente presencial.
No obstante, poco a poco empezamos a ver más ofertas de trabajo con el rótulo "en remoto". Los avances aún son tímidos, pero ya hemos visto que la imposición forzada no es la solución.